Una
pequeña vivienda de la segunda mitad del siglo XIX y el solar
contiguo han de transformarse en un conjunto de equipamientos de
2.904 m2
de superficie. La nueva edificación debe disponerse a 3 m de la
antigua, adosada a la medianera existente y desplegándose en seis
plantas de altura.
Para
evitar el riesgo de que la nueva construcción se imponga sobre la
villa Urania, se plantea como un edificio de apariencia ligera,
fragmentando los volúmenes, creando terrazas y balcones y
potenciando la transparencia. Sus alturas se ajustan a las
construcciones vecinas para una mejor transición volumétrica y con
el objetivo de consolidar la manzana.
Por otro
lado, las dos calles entre las cuales se encuentra el solar (la Vía
Augusta -de escala urbana- y la calle Zaragoza -arteria de barrio-)
son dos vías a las cuales hay que responder de manera diferenciada.
El nuevo equipamiento sitúa las piezas con aperturas más
controladas hacia la primera -que adquiere un carácter más
público-, mientras que orienta las aperturas más diáfanas hacia la
segunda -la cual adquiere un carácter más doméstico-.
Frente a
la Vía Augusta se genera un espacio exterior de acogida que lleva a
la planta baja del nuevo equipamiento. A él dan también las gradas
y escaleras que permiten acceder a las terrazas verdes de la villa
Urania. Entre ambas calles, y a través del solar, se establece una
conexión que permite ingresar tanto al edificio nuevo como al
antiguo en su punto medio. Ello facilita el acceso independiente a la
sala de actos -situada en el nivel inferior del nuevo edificio- y a
la actual planta sótano de la villa, posibilitando usar las diversas
piezas de manera separada.
Particular atención merece la relación del nuevo equipamiento con las viviendas existentes en el edificio contra cuya medianera se adosa. Se introducen unos patios de luz generosos y con vegetación, especialmente amplios ante las salas de estar, potenciando la transparencia de las piezas que se implantan frente a ellas para no reducir su luminosidad, y situando las actividades del equipamiento en la cara contraria para favorecer la privacidad.
La
existencia de varios programas que se superponen y algunos de los
cuales ocupan más de una planta aconseja combinar mecanismos que
garanticen la independencia de cada uno de ellos con otros que
relacionen los programas que se desarrollan en más de un nivel.
El
primer objetivo lo cumplen dos núcleos de escaleras protegidas y
unos ascensores que sirven al conjunto de plantas. El segundo, dos
escaleras abiertas que relacionan interiormente los pisos destinados
a centro de gente mayor o a centro cívico. En ambos casos se
formalizan de forma que sean más un espacio de relación que una
simple comunicación funcional, utilizándose en el centro cívico
como gradas para el espacio de lectura. Las terrazas escalonadas o
los dobles espacios exteriores permiten, por su parte, establecer
relaciones visuales más ricas entre algunos de los programas sin que
esto implique interferencias en su uso independiente.
La
eficiencia en el uso de los recursos energéticos empieza por el
propio planteamiento de la arquitectura del edificio donde las
protecciones solares mediante lamas -la posición de las cuales varía
en función de la orientación de la fachada- minimizan la necesidad
de aportación de frío en verano y favorecen el calentamiento en
invierno. Tres mecanismos básicos le permiten, además, tender a la
autosuficiencia: las placas solares térmicas que alimentarán la ACS
y el suelo radiante, el almacenamiento y reciclaje del agua de lluvia
para el riego de los huertos urbanos de la cubierta y la vegetación
de terrazas y jardines, y el aprovechamiento de la geotermia
conectada al sistema de climatización.
jordi farrando + labaulaestudi