
La Bienal de Arquitectura que se acaba de celebrar en Buenos Aires ha sido la ocasión para exponer algunos de mis trabajos recientes y -en medio de presentaciones en las que predominaba la arquitectura corporativa, de voluntad totémica, que aspira a constituirse en referencia urbana- hablar de una arquitectura tranquila, deseosa de contribuir al lugar más que de imponerse a él; una arquitectura pensada más para ser vivida que para ser vista, que se integra en el contexto y contribuye a configurar la ciudad; una arquitectura consciente que la vida transcurre, para la mayoría de los ciudadanos, a una escala en la que los detalles, más que los gestos, son los que deben conformar nuestro hàbitat cotidiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario